Donde la negrura tiene alma
- Valentina C. Villada
- 14 ago
- 3 Min. de lectura
Querido lector,
Quienes me conocen saben que el café es algo fundamental en mi vida. Siempre tomo una taza en la mañana y, a lo largo del día, debo hacer refil como si fuera una cuestión de supervivencia. Lo tomo no solo porque es una excelente compañía, sino porque se cuela en mis pausas, en mis conversaciones y hasta en mis momentos de introspección. Pero, siendo honesta, durante mucho tiempo lo tomé en automático. No me detenía a pensar en su sabor más allá de un simple “me gusta” o “no me gusta”.
Hace unos meses conocí a dos personas que, con todo el amor y cariño por lo que hacen, se han encargado de educarme sobre el café: Jorge Iván y Carolina, los creadores de Negrura, una marca que, desde que escuché su nombre, me dejó claro que el café podía ser mucho más que una bebida caliente.

“Negrura nace de lo que somos nosotros: sabor, arte, ciencia y café”, me dijeron casi en coro.
Entendí entonces que esto no era solo una marca: era una apuesta por resignificar una bebida que a veces tomamos sin pensar. Ambos provienen de familias cafeteras. Carolina, además de diseñadora gráfica, siempre ha estado ligada al arte. Jorge, apasionado por la gastronomía y los maridajes, llevaba dos años metido de lleno en el mundo del café. Con Negrura unieron sus talentos y visiones.
Pero lo que más me sorprendió fue su mirada crítica y profunda. El café tiene sus raíces en África y, en su recorrido hacia el resto del mundo, estuvo marcado por el trabajo forzado y la esclavitud.
“Es un trabajo de campo, de sol, de agua… y de esclavitud. Hay una historia detrás de esa taza que muchos no conocen”, dijeron.
Para ellos, esa “negrura” es un recordatorio del origen, pero también de la fuerza y profundidad que puede tener esta bebida.

La historia de ambos parece salida de una película romántica de los 2000: dejaron sus trabajos en Medellín y apostaron por un estilo de vida más tranquilo en La Ceja del Tambo, Antioquia. Allí, rodeados de montañas y con un flujo constante de turistas, decidieron empezar desde cero: sin fórmulas mágicas, sin pretensiones o grandes capitales, pero con la certeza de que querían ofrecer un café honesto, humano y con alma. Con paciencia y disciplina, aprendieron no solo sobre barismo, sino sobre la compleja cadena que hay detrás de cada taza: la tierra, el clima, las manos que recogen el grano, los procesos de fermentación y secado, la importancia de pagar justo al caficultor.
La calidad para ellos es innegociable. Trabajan directamente con pequeños productores y microlotes, lo que les permite ofrecer cafés muy variados, con perfiles sensoriales distintos y una historia única detrás de cada uno.
Pero su propuesta va más allá de lo técnico. Lo que los diferencia es la forma en que acercan el café a las personas: desde la calidez con la que atienden, hasta la manera en que convierten cada preparación en una clase sensorial.
“Para nosotros, vender café especial sin educación es quedarse a medias”,
dice Jorge.
En su puesto de la feria artesanal, no hay prisa. Si un cliente pide “un tinto”, ellos detienen la transacción para conversar: preguntan si lo prefiere suave, medio o fuerte, y a partir de ahí recomiendan el método y el origen que más se ajusta a su gusto. Ese momento, que en otro lugar duraría segundos, se convierte en una charla, una cata exprés y una experiencia que involucra vista, olfato y gusto.

Saben que el café de especialidad puede intimidar. Que, irónicamente, en Colombia muchos aún no lo conocen o no lo diferencian del café comercial. Por eso rompen barreras: explican con paciencia, escuchan a cada cliente y adaptan la experiencia a lo que esa persona busca.
En un país que produce algunos de los mejores granos del mundo pero donde gran parte de la población no accede a ellos, Negrura es una invitación a detenerse, probar y descubrir. Una marca que no solo vende café: cuenta su historia, celebra su diversidad y conecta a quien lo toma con quien lo cultiva.
Así que, si algún día pasas por La Ceja, busca el puesto donde el café se sirve con conversación y aroma. Ese es el de Negrura. Y, créeme, después de probarlo, vas a entender por qué ellos dicen que el café no es solo una bebida: es una experiencia que empieza mucho antes de llegar a la taza.
Con aroma a descubrimiento,
Valentina C. Villada.
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