¿Por qué fangirleamos?
- Valentina C. Villada
- 4 feb
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 30 abr
Querido lector,

Siempre he sido una fangirl. Los Jonas Brothers, Miley Cyrus, Piso 21, Morat y, sobre todo, Taylor Swift (porque mi mamá me dio la vida, pero la rubia me dio las ganas de vivirla) han sido parte de mi vida en distintos momentos. Parece algo innato en mí, como si fangirlear fuera parte de mi ADN. No me considero una fan obsesiva que discute en redes para defender a su artista favorito, pero sí sigo sus publicaciones, colecciono merch y voy a los conciertos que puedo. Y sé que no soy la única; muchas hemos sentido esa emoción desbordante.
Hay una escena en Almost Famous donde el protagonista le dice a su hermana que no entiende su obsesión con la música. Ella simplemente responde: “Algún día serás cool”. Y es que fangirlear, en cualquiera de sus formas, siempre ha sido visto como algo un poco ridículo, algo de lo que eventualmente “crecemos”. Pero, ¿por qué nos emociona tanto algo al punto de entregarle nuestra devoción y tiempo? ¿Por qué nos obsesionamos con un artista, una banda, una saga de libros o una serie?
La respuesta no es tan simple como decir que “nos gusta mucho algo”. Ser fangirl va más allá del entusiasmo; es un fenómeno social y emocional profundamente arraigado. Un estudio sobre las seguidoras de One Direction en la era digital encontró que la relación entre ídolos y fans es mucho más cercana de lo que solía ser, gracias a las redes sociales. Ya no es solo admiración a distancia: es interacción, pertenencia a una comunidad y una forma de construir identidad.
Y es que ser fangirl no es solo gritar en un concierto o aprenderse cada dato irrelevante sobre tu artista favorito. Es encontrar refugio en una historia que no es la tuya, pero que se siente como si lo fuera. Es la emoción de compartir algo con miles de personas en un estadio, de esperar juntas el lanzamiento de un álbum o de sentir que una canción te entiende mejor que nadie. Es, en el fondo, la prueba de que somos capaces de sentir con intensidad y sin miedo. Lo que antes se veía como una simple obsesión adolescente ha demostrado ser un motor de creatividad y cambio. Las fangirls no solo consumen contenido, sino que lo reinterpretan y lo expanden, creando universos alternativos a través de fanfics, edits, ilustraciones y análisis profundos de sus artistas favoritos. En este sentido, su impacto va mucho más allá de la mera admiración: han construido comunidades que redefinen lo que significa ser parte de la cultura pop.
Además, la investigadora Briony Hannell ha explorado cómo las fangirls han desarrollado un espíritu creativo similar al de los fanzines feministas de los 80 y 90. En plataformas como Tumblr, las fans han construido espacios seguros para compartir teorías, arte, historias y reflexiones que van más allá del entretenimiento, convirtiéndose en una forma de expresión personal y colectiva.
El poder de estas comunidades es innegable. Las fangirls han impulsado fenómenos culturales de manera masiva, logrando que álbumes sean récord de ventas en minutos, agotando entradas de conciertos en segundos y convirtiendo a ciertos artistas en íconos globales. Pero su influencia no se limita solo a la música: franquicias como Harry Potter, Twilight y The Hunger Games deben en gran parte su éxito a la pasión de sus fans, quienes no solo promovieron las historias, sino que las expandieron con contenido propio.
De hecho, muchas de las tendencias actuales en redes sociales y plataformas digitales han sido moldeadas por prácticas fangirl. Desde los edits virales en TikTok hasta los hilos de Twitter analizando cada detalle de un álbum o una película, las fangirls han demostrado una capacidad única para generar conversación y mantener viva la relevancia de sus intereses.

Este impacto también ha sido reconocido en el ámbito académico y en la industria del entretenimiento. Diversos estudios han analizado cómo las prácticas de las fangirls han influido en estrategias de marketing y en la forma en que se diseña el contenido para el público. Artistas y marcas han aprendido que escuchar a estas comunidades y dialogar con ellas puede marcar la diferencia entre el éxito y el olvido.
Por eso, es momento de dejar atrás la idea de que fangirlear es algo de lo que debemos avergonzarnos. Ser fangirl no es sinónimo de histeria o inmadurez, sino de pasión, creatividad y comunidad. Es una muestra de que somos capaces de emocionarnos, de encontrar significado en el arte y de construir espacios donde nuestra voz importa.
Y si alguna vez alguien te dice que ser fangirl es ridículo, solo recuerda la escena de Almost Famous: algún día, ellos también entenderán.
Con cariño,
Valentina C. Villada.
Amo ser fangirl y amo todo lo dicho acá