Carta abierta a un amor de verano
- Valentina C. Villada
- 17 oct 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 30 abr

Querido E.S.,
Desde el primer momento en que nos vimos, tuve una corazonada; sabía que ese viaje se convertiría en un recuerdo especial que atesoraría por el resto de mis días. A veces me pregunto si tú también lo sentiste, si al cruzar nuestras miradas supiste, igual que yo, que estábamos a punto de vivir algo que nunca olvidaríamos. Éramos conscientes, desde el principio, de que lo nuestro tenía fecha de caducidad. Sabíamos que nuestras vidas seguirían caminos diferentes al regresar a la rutina, pero eso no hizo que lo que experimentamos fuera menos real. Porque, aunque el final llegaría más pronto de lo que deseábamos, lo que compartimos fue sincero, auténtico, sin expectativas ni pretensiones.
Cada paseo por la ciudad, cada risa compartida, cada charla despreocupada fueron como pequeños destellos de felicidad que iluminaron mi vida en un momento en el que necesitaba desesperadamente esa luz. Había algo en la forma en que hablábamos, como si nos conociéramos desde hace años, aunque apenas estábamos empezando a descubrirnos.
Durante esos días juntos, el mundo parecía detenerse y girar solo en torno a nosotros. No había preocupaciones sobre el futuro, no había prisas ni miedos. Todo lo que importaba era el presente: las conversaciones hasta el amanecer, las risas que surgían sin esfuerzo, y la complicidad que se formaba entre nosotros con solo mirarnos. Cada día era una pequeña aventura, una nueva oportunidad para conocernos un poco más, para crear recuerdos que, aunque sabía que serían pasajeros, también sabía que se quedarían grabados en mí para siempre.
De alguna manera, estar contigo se sintió, por ese breve tiempo, como si todo estuviera en su lugar, y me habría encantado que durara para siempre. No fue tanto lo que decías o hacías, sino la manera en que me hacías sentir. Gracias por hacerme sentir vista, apreciada, y por recordarme que enamorarse puede ser divertido, que no siempre tiene que doler. Contigo, todo parecía más sencillo, más bonito.
Por supuesto, llegó el día en que tuvimos que despedirnos. No fue fácil. Habíamos compartido tanto en tan poco tiempo que el adiós se sintió como si estuviera dejando una parte de mí misma atrás. Rogaba por encontrar una manera de alargar nuestro encuentro, de seguir en esa burbuja que nos envolvía, en la que el tiempo parecía detenerse y todo se reducía a miradas y besos en el sillón. Sin embargo, sabía que el final era inevitable.
Tal vez este amor fue como el verano: corto, pero brillante. Y espero que nuestros caminos se vuelvan a encontrar en algún otro verano, para recordar.
Con cariño,
Valentina C. Villada.
Comments