top of page

Cartas a las amistades que marcaron nuestra vida

Actualizado: 30 abr

Queridos lectores,


Detesto tener tiempo libre, porque cuando no tengo algo que me distraiga, mi mente empieza a divagar sobre temas que quizá nunca tendrán una respuesta clara. Un ejemplo: ¿por qué mi mejor amiga y yo dejamos de serlo? Desde mi perspectiva, hay muchas razones por las cuales, tras graduarnos del colegio, dejamos de ser tan inseparables. Pero eso no lo hace menos doloroso ni aclara completamente el motivo detrás de la situación.


Conocí a Laura en 2010, cuando mi mamá y yo decidimos que era hora de cambiarme a un colegio con mejor nivel académico. Al principio, éramos parte de un grupo de diez niñas de 11 años que se creían las más "cool" del salón. Teníamos buenas notas, íbamos a conciertos, organizábamos pijamadas y participábamos en todos los eventos escolares. Con el tiempo, el grupo se fue separando... excepto Laura y yo. Nos volvimos tan cercanas que era imposible pensar en una sin la otra. Siempre estábamos juntas.

Durante esos casi siete años de amistad, hubo peleas, malentendidos, muchas lágrimas, competencia y dramas típicos de la adolescencia. Pero nada de eso logró separarnos. Entonces, ¿qué cambió después de la graduación? Ah, casi lo olvido: Laura y yo somos familia, aunque lejana, compartimos algo de sangre. Aun así, ya no somos amigas. Apenas somos conocidas que se saludan de vez en cuando, generalmente porque nuestras mamás coinciden en alguna reunión. Más allá de eso, no queda nada.


Para mí, el distanciamiento empezó cuando Laura entró a la universidad. Yo me tomé un semestre más porque mi familia quería que estuviera segura de lo que iba a estudiar. Pasamos de vernos y hablar todos los días, a esperar que alguna tuviera tiempo libre para salir. Laura dejó de responder mis mensajes, y yo, en lugar de insistir, también me fui alejando. ¿Me dolió? Muchísimo. Fue la primera vez que perdí a una amiga tan cercana, y no entendía qué había hecho mal.


Cuando comencé la universidad, hice nuevos amigos, y con el tiempo dejé de pensar tanto en Laura. Me convencí de que era lo natural: los amigos del colegio se distancian cuando crecen. Pero me resultaba extraño que, mientras yo perdía ese vínculo, muchos de mis compañeros seguían siendo cercanos a sus amigos del colegio. ¿Era yo el problema?


Aclaro que no odio a mis excompañeras de salón, pero reconozco que fui algo dura con ellas. Me protegí de las rivalidades que el colegio solía fomentar, y esa barrera que levanté quizás complicó las cosas más de lo que pensé. Con el paso del tiempo, entendí que las amistades no siempre están destinadas a durar para siempre, especialmente aquellas que se construyen en ambientes de competencia.


Cuando miro hacia atrás, me doy cuenta de lo tóxica que llegó a ser mi relación con Laura. Competíamos por todo: quién sacaba mejores notas, quién tenía más hobbies, quién bailaba, actuaba, escribía o dibujaba mejor, e incluso, quién leía más libros en menos tiempo. Más que una amistad, parecía una rivalidad encubierta. Al reconocer esto, sentí cierto alivio. No había sido completamente mi culpa; éramos niñas en un entorno escolar altamente competitivo y lleno de tensiones.


Pero entonces me pregunto: ¿habrá pensado Laura lo mismo? Luego de reconectar con ella y hacerle la pregunta, su respuesta fue bastante parecida. “Creo que tiene mucho que ver. Todas descubrimos el mundo fuera del colegio y nos dimos cuenta de que éramos muy diferentes en muchas cosas, y tomamos caminos muy separados. En el colegio, teníamos que estar unidas sí o sí. Y cuando uno se desconecta y encuentra nuevas amistades, ya no siente esa necesidad de mantener la amistad anterior, y empieza desde otro lado, dejando todo atrás. Uno no valora lo que ha construido durante tantos años, y eso hace que te replantees si era una verdadera amistad o solo era por la necesidad de estar con alguien.”


Confieso que su respuesta me tranquilizó, ya que al menos pensábamos bastante parecido. Además, al final creo que es natural replantearse estas relaciones y preguntarse por qué ciertas amistades se desvanecen, mientras otras parecen inquebrantables. A veces, debemos aceptar que hay amistades que están destinadas a acompañarnos solo en ciertos momentos de nuestras vidas. Es normal que las personas entren y salgan de nuestro camino; cada amistad que se va nos enseña algo y nos permite hacer el duelo por lo que fue. También deja espacio para que alguien nuevo llegue, con nuevas lecciones y experiencias que compartir. Así es la vida, un constante flujo de personas que, de una u otra forma, nos ayudan a crecer.


Así que antes de terminar me gustaría dedicarle unas palabras a la que solía ser mi otra mitad:


Laura, a pesar de la distancia y del tiempo, quiero que sepas lo agradecida que estoy por todos los momentos que compartimos. Eres parte de mis recuerdos más intensos y hermosos, y también de aquellos que formaron mi carácter. Por las tardes de risas sin fin, las confidencias bajo las estrellas, las aventuras que parecían locuras y hasta las lágrimas que compartimos, no tengo sino gratitud. Gracias por haber sido la persona en quien podía confiar cuando todo parecía desmoronarse, por enseñarme que la amistad puede ser un refugio en los días más oscuros y una fiesta en los más brillantes. Incluso cuando competíamos, tu presencia fue un impulso que me ayudó a descubrir quién quería ser. Hoy, aunque nuestras vidas han tomado caminos distintos, siempre recordaré lo que significaste para mí y cómo influiste en mi vida. Eres una parte invaluable de mi historia, y nada ni nadie podrá borrar eso.


Y es que a veces nos olvidamos de lo importante que fue alguien en nuestra vida solo porque ya no está presente. Sin embargo, las personas que fueron cercanas, incluso si ya no forman parte de nuestro día a día, siguen siendo parte de quienes somos hoy. Así que te invito a hacer algo: escribe a ese amigo con quien ya no hablas. No con la expectativa de retomar la amistad (aunque si sucede, será un hermoso regalo), sino simplemente para agradecerle. Agradece por lo vivido, por los aprendizajes, por los momentos que compartieron y que te ayudaron a crecer. Expresar gratitud cierra ciclos, da paz y honra el tiempo que compartieron. Porque, al final, cada amistad, por breve o duradera que haya sido, nos deja huellas profundas que merecen ser reconocidas. Gracias por acompañarme en esta reflexión.


Con cariño,

Valentina C. Villada.

Kommentare


bottom of page