top of page

Cosas que aprendí/sigo aprendiendo en terapia

Actualizado: 30 abr

Querido lector,


Cuando tenía 15 años, fui diagnosticada con trastorno de ansiedad generalizada, una condición que implica preocuparse de forma excesiva y constante por situaciones cotidianas, incluso cuando no hay razones objetivas para ello. En ese momento, junto a mi mamá, decidimos que era hora de buscar ayuda profesional e iniciar terapia.

Lo cierto es que no fue un camino fácil. Encontrar a un psicólogo con quien me sintiera cómoda y comprendida resultó ser complicado. Hubo profesionales que minimizaron mi experiencia; incluso, uno de ellos le dijo a mi abuela y a mi mamá que yo no tenía nada más allá de ser una niña "caprichosa y mimada". Ese tipo de comentarios no solo fueron hirientes, sino que también reforzaron mi inseguridad en ese momento.


Sin embargo, hace siete años encontré a alguien con quien realmente conecté. Esa persona me ha enseñado no solo a manejar mi ansiedad, mis episodios depresivos y mis ataques de pánico, sino también a entenderme mejor y a vivir de una manera más consciente. Aquí quiero compartir algunas de las lecciones más importantes que he aprendido (y sigo aprendiendo) en terapia:


  1. Vivir el presente:Por más cliché que suene, cuando tienes ansiedad o depresión es increíblemente difícil no quedar atrapado en los recuerdos del pasado o en las preocupaciones del futuro. La terapia me ha ayudado a enfocarme en el ahora, en lo que puedo controlar y disfrutar en este momento. A veces, basta con respirar profundamente y preguntarme: ¿Qué está bien en este instante?


  2. Está bien tener días malos: En la sociedad actual, parece que siempre debemos ser productivos y optimistas, como si los días malos fueran un fallo personal. Pero lo cierto es que esos días son inevitables y necesarios. No siempre podemos dar el 100%, y eso no nos hace menos valiosos. Aprendí que permitirme descansar, sentir y aceptar esos días difíciles es parte de cuidar mi salud mental. Lo importante es no perder de vista que, al día siguiente, podemos intentar otra vez. Lo que me lleva al siguiente punto...


  3. Haz las cosas porque estás vivo: En algunos momentos, la ansiedad y la depresión pueden hacer que cualquier tarea, por pequeña que sea, parezca una montaña imposible de escalar. Pero algo que he aprendido es que la vida no se detiene, y aunque a veces desearía simplemente quedarme quieta, avanzar poco a poco es fundamental. No siempre habrá motivación, pero lo que me mantiene en marcha es recordar que cada paso cuenta, incluso si es pequeño.


  4. Cuando alguien se va, se lleva un pedazo de ti, pero deja un pedazo de sí mismo contigo:En los diferentes duelos que he tenido que enfrentar durante estos años, me he dado cuenta de que, aunque las personas que amo ya no estén físicamente, una parte de ellas siempre permanece conmigo. Sus enseñanzas, palabras y recuerdos son huellas imborrables que las mantienen presentes en mi vida. Esas partes de ellos que guardo en mi corazón me recuerdan que, en cierto modo, nunca se han ido del todo.


  5. No es bueno autocompadecerse:Siempre he detestado que otros sientan lástima por mí o crean que necesito ser tratada como si fuera frágil. Sin embargo, he notado que suelo caer en la autocompasión, siendo mi propia crítica más dura. Terapia me ha enseñado que sentir tristeza por lo que he vivido no es lo mismo que usarlo como excusa para no avanzar. A veces, el mayor acto de amor propio es sacudirnos y seguir adelante.


  6. No tienes que ser bueno en todo lo que hagas:Antes, si no destacaba de inmediato en algo, lo dejaba porque creía que no valía la pena hacerlo. Sin embargo, he aprendido que no todo lo que hacemos tiene que ser perfecto o excepcional. A veces, la verdadera recompensa está en disfrutar el proceso. Hacer algo solo por diversión, sin presión, puede ser increíblemente liberador, y con práctica, todo mejora.


  7. Siempre hay que tener pasatiempos:Vivimos en un mundo tan acelerado que encontrar tiempo para hobbies parece un lujo. Pero esos espacios son necesarios para nuestra salud mental. Dedicarnos a actividades que disfrutamos, sin la presión de ser productivos, es una forma de reconectar con nosotros mismos. Puede ser pintar, bailar, leer o incluso cocinar algo nuevo; lo importante es que nos dé alegría y sea un momento solo para nosotros.


Aclaro que estos siete años de terapia no han sido constantes. He tenido periodos en los que me dieron el alta, pero la vida siempre encuentra la forma de empujarme de vuelta (como si yo hubiera sido responsable de parir a Donald Trump). Aun así, cada regreso ha sido una oportunidad para aprender más sobre mí misma.


Y aunque podría compartir muchas más lecciones, creo que estos siete puntos reflejan lo esencial de lo que he aprendido hasta ahora. Espero que, de alguna manera, encuentres en ellos algo que te inspire, te acompañe o te ayude en tu propio camino.


Con cariño,

Valentina C. Villada

Comments


bottom of page