El vacío de querer
- Valentina C. Villada
- 10 oct 2024
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 30 abr
Querido lector,
¿Alguna vez te has enfrentado al miedo de querer a otras personas? Yo sí.
Todos los días me despierto con el miedo de que los que me importan me abandonen, ya sea porque mueren o simplemente porque la relación se acaba y ya no quieren tenerme en sus vidas. Entonces, ¿para qué encariñarse si al final todos se van a ir? Aclaro, no me da miedo estar sola; de hecho, disfruto mucho sentarme a leer en el silencio de mi habitación o simplemente escuchar música para escapar del mundo. Pero el sentimiento de soledad es una mierda.
Sentir que tienes un vacío que nadie puede llenar, o que nadie ni siquiera se esfuerza en hacerlo, es como estar gritando desde lo más profundo de tu ser, pero sin que haya alguien para escucharlo. Sé que el intentar no encariñarme con las personas, o el “probar” si realmente valen la pena para dejarlos entrar a mi vida es una especie de armadura que creé para evitar el dolor de la pérdida. El duelo de la partida. Sin embargo, sé y entiendo que este miedo me impide vivir al 100 los momentos presentes. En lugar de apreciar los momentos que paso con los demás, me encuentro anticipando el final. Y eso es agotador.

¿Pero cómo se aprende a vivir con la incertidumbre de que tarde o temprano tu vida cambia? ¿Cómo aceptar el dejar ir a las personas que tanto quisiste, si cada vez que alguien se va se lleva un pedazo de ti que nunca vas a recuperar?
Lo paradójico es que cuanto más miedo tengo de perder a alguien, más me aferro, y en ese afán de retener, a veces termino alejándolos. Un refrán dice: “ni tanto que queme al santo, ni tan poquito que no lo alumbre”, y creo que eso resume perfectamente mi dilema. En mi intento de protegerme, me vuelvo tan intensa que termino sofocando la relación, o, por el contrario, me distancio tanto que parece que no me importa. Es como caminar por una cuerda floja: demasiado control y todo se desploma; muy poco, y la conexión desaparece.
Sé que aprender a dejar ir parece un acto de amor propio y de respeto hacia los demás, pero es una lección que todavía me cuesta. Quizá el primer paso sea permitirme sentir sin miedo, sin la constante preocupación de lo que vendrá después. Vivir el presente y saborear los momentos sin la ansiedad de que acaben.
Así que, si te sientes identificado, quiero que sepas que no estás solo en este viaje. Y tal vez, en algún momento aprendamos a no tener el vacío de querer.
Con cariño,
Valentina C. Villada.
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