La realidad tras las fotos de nuestro viaje a Brasil
- Valentina C. Villada
- 7 nov 2024
- 6 Min. de lectura
Actualizado: 30 abr
Queridos lectores,
Todos tenemos personas, cosas o situaciones con las que mantenemos una relación de amor-odio. Si se trata de países, para mí, ese país es Brasil.

Brasil, Brasil, Brasil… una mezcla de recuerdos extraordinarios junto a personas maravillosas como Danna, Sarah, Julián y Fabián, empañados por situaciones que no es agradable experimentar. ¿Un concierto de la artista más grande del momento? Claro, pero también una ola de calor aplastante y un tiroteo a la salida del estadio. ¿Una breve escala entre vuelos? Genial, hasta que cancelan el tuyo y el nuevo horario coincide con tu siguiente vuelo. En resumen, este viaje estuvo lleno de giros inesperados.
No diré que fue un desastre, pero estuvo cerca de serlo en varias ocasiones. Desde el principio, hubo señales de que esta aventura tendría su cuota alta de caos. El mismo día que viajábamos, la aerolínea canceló algunos vuelos por mal clima. Aunque no cancelaron el nuestro, nos reprogramaron con apenas tiempo para hacer la conexión. Por suerte, la persona que nos atendió en el counter fue un héroe silencioso y logró colocarnos en el primer vuelo a Bogotá.
Llegamos a la capital, compramos algo de comida, nos perdimos en el aeropuerto y finalmente abordamos nuestro vuelo internacional en sillas que no se reclinaban, para un trayecto de cinco horas y media. Ah, y la aerolínea solo ofrecía agua, porque “no es un vuelo fuera de América.” Dormir no era una opción real en este viaje, así que llegamos a Belo Horizonte a las seis de la mañana, hambrientos, sedientos y bastante agotados. A pesar de eso, había emoción en el aire. Para algunos, era el primer viaje internacional; esperábamos una aventura memorable. ¿Portugués? No, no sabíamos más allá de algunas palabras básicas, pero pensamos que con español e inglés podríamos arreglarnos. Claro… ilusos nosotros. Descubrimos pronto que el idioma sería una barrera y que la comunicación, entre señas y aplicaciones de traducción, sería nuestra constante. Aunque, para Fabi, recordar ese esfuerzo por comunicarnos resulta divertido.
En Belo Horizonte nos esperaba un autobús para llegar a Río de Janeiro, un viaje de siete horas en pleno verano y con un aire acondicionado que apenas funcionaba. Pero toda incomodidad parecía un pequeño sacrificio considerando el sueño que íbamos a cumplir. Este viaje tenía un propósito especial: ver a Taylor Swift en concierto. Era su primera vez en Latinoamérica, visitando solo tres países, y habíamos viajado desde tan lejos para ser parte de la gira mundial más grande de la historia. Y es curioso lo que uno es capaz de hacer como fan: atravesar un continente hacia un país desconocido, con un idioma y una cultura distinta, y donde las estadísticas de inseguridad dan vértigo… todo por ver a alguien en un escenario.
Finalmente llegamos a Río, tomamos un Uber hasta nuestro Airbnb, en un edificio que parecía sacado de una película de terror, pero que, a su favor, estaba a unas pocas cuadras de la playa de Copacabana. Pese al agotamiento y las dificultades, sentíamos que algo valioso nos esperaba.
Y así fue, o algo así. Aunque nos acostamos tarde la noche anterior, nos levantamos temprano y motivados para nuestro primer tour por las atracciones turísticas más importantes de la ciudad: el Cristo Redentor, el Pan de Azúcar, el estadio Maracaná, entre otros. Además, la agencia nos había prometido un almuerzo buffet tipo barra libre, lo cual, siendo sinceros, nos entusiasmaba casi tanto como las atracciones.
Sorprendentemente, ese fue el día con menos inconvenientes. A pesar de los 42 grados y de que Fabián estuvo al borde de un golpe de calor (y eso que él es de la costa caribe colombiana), disfrutamos mucho recorriendo Río en autobús, junto a otros turistas y acompañados por una guía divertida y cariñosa. Aunque estábamos agotados, esa noche Danna, Sarah y yo decidimos ir a la playa para disfrutar unas caipiriñas con nuevos amigos (quienes dijeron que por los outfits que teníamos parecíamos las Chicas Superpoderosas), mientras Julián se fue de fiesta y Fabi se quedó en el apartamento para recuperarse (aunque esa noche Julián regresaría borracho y besaría a Fabi, pero esa es otra historia). Fue una noche inolvidable, uno de los mejores recuerdos, según Danna. Ella y yo estábamos bastante achispadas por el alcohol, tanto que terminamos en un McDonald’s a la una de la mañana, llorando de risa por cualquier tontería, mientras Sarah intentaba asegurarse de que volviéramos al apartamento sanas y salvas.
Finalmente, llegó el día esperado: nuestra primera vez en The Eras Tour. Nos levantamos temprano, preparamos nuestros outfits y maquillaje, empacamos botellas de agua congelada, suero fisiológico y unas Big Mac. Pero pronto nos dimos cuenta de que las cosas podrían empeorar. Camino al estadio, nos sorprendió la temperatura de más de 40 grados, así que tuvimos que comprar sombrillas para protegernos del sol. La aventura apenas comenzaba: ¿el tren directo al estadio? Cambiaron la hora y plataforma, y tuvimos que hacer varios cambios de tren. Durante el trayecto, algunos locales nos advirtieron que evitáramos hablar, ya que podrían identificarnos como extranjeros y robarnos; todo muy normal.
Al llegar al estadio, avanzamos rápido en la fila, pero lo inesperado sucedió: me enfermé debido al calor extremo, con una sensación térmica que superaba los 60 grados. Apenas llegamos a los asientos, necesitaron atenderme para que pudiera recuperarme antes de ver a Taylor. El día anterior, una chica había fallecido en el mismo estadio por el calor y la falta de organización, y eso nos tenía a todos nerviosos. Pero ese día, justo una hora antes de que comenzara el concierto, Taylor anunció su cancelación. La frustración fue inmensa; gritamos, abucheamos, insultamos, sentimos una mezcla de impotencia y tristeza por tanto esfuerzo invertido para nada. Finalmente, tuvimos que regresar decepcionados al Airbnb.
Sin embargo, el drama continuó: al salir del estadio; un intento de robo en un restaurante cercano provocó un tiroteo, causando una estampida en la que perdimos de vista a algunos amigos. Hoy, Julián lo recuerda como una anécdota divertida, porque al vernos tan asustados, decidió tomar el mando y cuidarnos como si fuera nuestro “papá”. Esa noche de regreso estuvo llena de lágrimas, entre quienes no podrían asistir a la reprogramación del concierto y aquellos, como yo, con ataques de pánico tras lo sucedido. A nuestro favor, el clima pareció compadecerse de nosotros, y comenzó a llover apenas llegamos a la estación de metro cercana a nuestro hospedaje.
Al día siguiente, nuestro ánimo seguía bajo, así que decidimos tomarlo con calma. Visitamos museos, comimos en un restaurante del centro y asistimos a la marcha del orgullo LGBTQ+, disfrutando de caipiriñas. No todo había salido mal. Además, al día siguiente, volveríamos a intentar asistir a The Eras Tour. Aunque teníamos cierto recelo, a medida que se acercaba la hora del concierto, la emoción fue llenándonos otra vez.
¿El concierto? Fue una experiencia de otro mundo. Cantar y bailar junto a más de 60,000 personas que aman a Taylor Swift como nosotros fue indescriptible. Lloramos al inicio, nos abrazamos al cantar Long Live y nos agradecimos por cumplir juntos este sueño. No hay palabras suficientes para describir la magia de ese momento. Pero claro, el día no podía terminar sin algún otro “giro de trama.” Cuando salíamos del estadio, nuestra querida amiga Danna decidió separarse del grupo, a pesar de que la regla número uno era “nadie se separa.” Así que ahí estábamos, a media noche, gritándole entre la multitud para encontrarla. Y no, llamarla no era opción: afuera del estadio abundaban los robos, así que habíamos decidido que el “papá” del grupo sería el encargado de llevar nuestras pertenencias. ¿Lo gracioso? Sarah optó por acudir a un animador que tenía un micrófono cerca y le pidió ayuda para llamar a Danna (y funcionó). Cuando finalmente la encontramos, abrazándola como si hubiera pasado una eternidad, el animador dijo divertido: “Danna, hija de puta.”
El viaje se acercaba a su fin, pero las desventuras continuaban. Al día siguiente, visitamos algunos sitios turísticos antes de regresar a Belo Horizonte en un bus nocturno. Aunque ansiábamos descansar al llegar al Airbnb, nos dirigimos a una dirección incorrecta y acabamos en un barrio que no lucía precisamente acogedor. Por suerte, nuestra anfitriona nos envió nuevas instrucciones y logramos llegar sanos y salvos.
Ya sin comida, logramos encontrar una pequeña cafetería en el centro para almorzar y probamos algunos pasteles y panes locales. Aunque Belo Horizonte no es especialmente turística, tiene partes hermosas. Recorrimos museos y mercadillos, y admiramos su arquitectura, aunque terminamos comiendo en Subway porque los restaurantes eran demasiado caros. Compramos cervezas y alimentos básicos para preparar algo antes de tomar nuestro vuelo de regreso.
Llegar a Colombia se sintió como beber agua fresca en un día sofocante; un alivio profundo. ¿Nos gustó Brasil? No sabría decirlo, pero sé que viajar con ellos fue una de las mejores decisiones que he tomado.
En fin, gracias por acompañarme en esta historia de caos, amistad y aprendizaje. Los viajes no siempre son perfectos, pero son esos momentos, buenos y malos, los que los vuelven inolvidables. Si alguna vez necesitas un lugar donde las historias se cuentan desde el corazón, aquí estaré, esperando que volvamos a encontrarnos en cada nueva página.
Con cariño,
Valentina C. Villada.
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