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Lo que aprendí sobre escritura escuchando a Taylor Swift

Actualizado: 30 abr

Querido lector,


Cuando era pequeña, jamás imaginé que algún día me enamoraría tanto de la escritura. Todo empezó sin que siquiera me diera cuenta: un día estaba feliz leyendo fanfics de los Jonas Brothers, y al siguiente, ya quería ser yo quien los escribiera (hasta empecé uno con mi mejor amiga). Sin saberlo, esa curiosidad me llevó a escoger mi carrera y a entender que, para mí, no hay forma más honesta de expresarme que a través de las palabras.


Durante todos esos años, busqué distintas maneras de contar lo que sentía. Intenté con diarios —aunque me aburrían rápido—, escribí cartas para lectores imaginarios, hasta que, de repente, encontré a alguien que sí quería leer todo lo que tenía para decir. La mayoría de esos textos fueron cartas de amor (saludos, A.), y no puedo explicar lo feliz que me hacía escribirlas.


Y tengo que confesar algo: mi mayor fuente de inspiración para esas cartas fue Taylor Swift. Con ella entendí que no se trata de usar palabras elegantes o frases perfectamente construidas. Lo más importante, lo que realmente importa, es la capacidad de conectar. De hacer que quien te lea (o te escuche, en su caso) sienta que estás hablando directamente con él o ella. Que se reconozca en tu historia.


La rubia ha sido reconocida por su habilidad para crear narrativas íntimas y detalladas en sus canciones. En una entrevista para Elle, Swift expresó: “La escritura que más amo te coloca dentro de esa historia, en esa habitación, en ese beso empapado por la lluvia. Puedes oler el aire, escuchar los sonidos y sentir cómo tu corazón late al ritmo del personaje” . Esta capacidad de inmersión es lo que hace que sus letras resuenen profundamente con sus oyentes.


Además, estudios académicos han analizado cómo Swift invita a sus oyentes a formar parte activa de sus historias. Según un análisis estilístico de su obra, “los oyentes no solo son posicionados para escuchar las narrativas presentadas, sino que también son invitados a conceptualizar y representar roles y escenarios particulares en el discurso” . Esta técnica convierte a sus canciones en experiencias compartidas, donde cada persona puede verse reflejada.


Lo suyo roza lo terapéutico: transformar lo cotidiano en algo poético. Volver el dolor compartido. Y eso, para mí, es la esencia de la escritura: tender puentes invisibles entre personas que quizás nunca se conozcan, pero que se reconocen en una misma emoción. Hacer que alguien, en otro rincón del mundo, lea tus palabras y diga: "yo también me he sentido así."


Taylor no escribe desde el pedestal de una estrella. Lo hace como una amiga que te manda una nota de voz larguísima a las dos de la mañana para contarte lo que le rompió el corazón o lo que volvió a hacerla creer en la magia. Y con ella aprendí que una historia bien contada puede tomar muchas formas: una canción pop, una balada triste, una carta de despedida o incluso un manifiesto. Me enseñó que no hace falta tener todas las respuestas para escribir, que a veces lo más poderoso es justamente compartir lo que aún no terminamos de entender.


También me enseñó que se puede escribir sobre lo que queramos. Durante la universidad, más de una vez sentí que los temas que realmente me interesaban no eran "lo suficientemente importantes". Desde lo académico se nos impulsa a escribir sobre corrupción, desigualdad, conflictos sociales... temas que puedan generar un "impacto". Y claro que son necesarios, pero en ese afán, muchas veces se nos olvida que lo personal también es político. Que escribir desde lo íntimo, desde las emociones, también puede cambiar cosas. Puede tocar a alguien.


Tener mi propio espacio me permitió reconciliarme con eso. Con la idea de que escribir sobre amor, sobre una canción, una pérdida, un recuerdo bonito, no me hace menos escritora. Que ser capaz de hablar desde el corazón, sin miedo a mostrarme vulnerable, es justamente lo que hace que las palabras lleguen más lejos. Así como lo hace Taylor.


Y lo que más me emociona es que, al final, escribir se convierte en un proceso de descubrimiento. Taylor me enseñó que no hay una sola manera de contar una historia. Puedes usar melodías pegajosas, versos melancólicos, o simplemente ser directo y honesto. Lo importante es lo que hay detrás de esas palabras: las emociones, las experiencias compartidas, las que nos hacen humanos.


Porque escribir es también abrir una ventana para que otros se asomen a tu mundo. Y a veces, la historia más simple puede ser la que más resuene. Así que, si alguna vez te has sentido inseguro sobre lo que quieres contar, recuerda esto: lo que importa no es lo que escribes, sino cómo logras que alguien se sienta comprendido a través de tus palabras.


Con cariño,

Valentina C. Villada.


P.D. Si llegaste hasta aquí, gracias por leerme y, si te gusta lo que encuentras en este blog, quédate.


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