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Aprendí quién fue Aristóteles, pero no cómo funciona una tarjeta de crédito

Querido lector,


Cuando era pequeña, pensaba que si ahorraba el dinero que me daba mi bisabuelo todos los fines de semana, algún día podría comprarme muchas cosas. Mi educación financiera se basaba en la idea de que quien guardaba monedas en una alcancía iba a tener “buen dinero” en el futuro.


Eso, combinado con ser buena estudiante, supuestamente me garantizaría una vida con estabilidad económica.


Pero nadie me enseñó a hacer presupuestos, ni qué era el interés compuesto, ni por qué me descuentan el 4x1000 en cada transacción bancaria, ni mucho menos que una tarjeta de crédito no es dinero gratis.


La educación financiera no hace parte de ningún pensum educativo (a menos que estudies algo directamente relacionado con el tema). En lugar de aprender a manejar mi dinero, aprendí a resolver ecuaciones cuadráticas y a calcular la medida de la hipotenusa. Todo muuuy útil para la vida adulta (inserte aquí el emoji de ojos en blanco).

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Tuve que aprender a las malas. Aprendí cuando me endeudé. Aprendí cuando no supe qué hacer con mi primer sueldo. Aprendí que ahorrar no es lo mismo que guardar lo que me sobra. Y que hay una gran diferencia entre tener dinero y saber manejarlo.


Estas son algunas de las cosas que me habría encantado saber antes:


1. El dinero no se gasta, se administra

Gastar es fácil. Administrar es otra historia (si no, pregúntenle a Petro). Nadie me explicó que tener un ingreso no significa poder gastarlo todo. Que hay que planear, dividir, priorizar. Que no todo lo que quiero lo necesito, y no todo lo que necesito lo debo comprar ya.


2. Ahorrar no es guardar lo que queda, es separar desde el principio

No importa si gano mucho o poco: si no separo una parte desde el inicio, probablemente no quedará nada al final. El ahorro no es opcional, es ese colchón que me salva cuando la vida decide sorprenderme… y no precisamente con algo bueno.


3. Invertir no es solo para millonarios

Nunca me hablaron de inversiones. Pensaba que eso era solo para gente con trajes, corbatas y oficinas en Wall Street. Hoy entiendo que invertir es una forma de hacer que el dinero trabaje para mí, y que no hace falta tener millones para empezar: hace falta información, intención y paciencia.


4. Ahorrar no sirve de mucho si dejo el dinero quieto

Uniendo los dos puntos anteriores: lo único que logro teniendo el dinero guardado en un bolsillo de la app de Bancolombia (o en una alcancía con forma de cerdito) es que se devalúe cada día. Parte del ahorro hay que ponerlo a trabajar: ya sea en un CDT, en un fondo de inversión o en lo que tenga sentido para mis metas. Porque si el dinero no se mueve, se estanca.


5. Endeudarse no es malo, endeudarse sin entender sí lo es

Créditos, tarjetas, cuotas "a una mínima tasa del 2,4% mensual". El sistema está diseñado para que nos endeudemos, pero rara vez nos explican cómo funciona. ¿Cuánto terminaré pagando en total? ¿Qué pasa si me atraso? ¿Qué es el interés compuesto… pero en mi contra? Todo eso lo aprendí después, cuando ya tenía el agua al cuello.


6. Hablar de dinero no es de mal gusto

Crecí con la idea de que hablar de plata era feo, de mal gusto, como si fuera un tema reservado solo para adultos o para gente interesada. Pero lo cierto es que el silencio financiero solo perpetúa la ignorancia. Necesitamos hablar más de dinero: sin miedo, sin vergüenza, sin tabúes. Porque entender cómo funciona es también una forma de libertad.


La educación financiera no debería ser un privilegio, sino una herramienta básica, como leer y escribir. Pero claro, aprender sobre Aristóteles es mucho más importante que entender cómo administrar tu economía. ¿Te imaginas los problemas que nos ahorraríamos si todos supiéramos cómo, cuándo, dónde y por qué declarar renta?


Ahora, esta carta probablemente tampoco te enseñó demasiado (no soy economista ni asesora financiera); pero sí espero que estos datos te ayuden a empezar a tener una visión más clara de lo que significa administrar tu dinero. Que no te coja la adultez sin saber qué hacer con ella.


Sin más que decir, déjame saber qué tips financieros te han dado que realmente funcionan. O cuáles aprendiste a las malas, como yo.


Con cariño,

Valentina C. Villada

 
 
 

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